“No” me dice Pantaleón recostado en su chaise longue cuando le enseño el primer mantel. “No” dice ante la exhibición del segundo. “¡Nooooo!” responde al tercero y “¡No!” al cuarto. Este mono me irrita bastante.
Mañana vienen unos amigos a cenar a casa y, como siempre que invito a cenar entre semana, pongo la mesa el día anterior. Así evito llegar a todo correr de la oficina en el día de autos con todo el trabajo acumulado. Y aquí estaba yo, dispuesta a poner mi mesa tranquilamente, cuando aparece el mono cascarrabias y me lo revoluciona todo. Es una cena informal, con amigos de los de verdad, y yo pensaba que para esas ocasiones las reglas heredadas de la abuela, repetidas por mi madre y defendidas a ultranza por el mono se relajaban un poco, pero no.
“¡Por la noche hilo noooooo, daaaarling!” me dice Pantaleón horrorizado cuando le enseño el quinto mantel. ¡Buuuufffff!!
Que sí, que ya. Que hilo blanco sólo de día, damasco mediodía y noche, organza de noche y… ya no me acuerdo de qué más. La lista era interminable y la verdad, en estos últimos veinte años, me he dedicado más a los contratos de compraventa de acciones que a memorizar las reglas de Emily Van der Post a la española. Estamos en el año 2013, los manteles se compran en Zara Home y si tienes suerte son de algodón sin acrílico. Los heredados de las abuelas van apareciendo uno tras otro en las casas de subastas porque sí, son la pera, pero cada vez que los usas es como llenar el depósito de un Lamborghini: llevarlos a planchar cuesta un riñón y parte del otro.
Algunos de mis manteles, como os contabla en el post “
a mesa puesta“, están hechos con telas de tapizar (fijate en que sean lavables). Tienen dos ventajas: que son más asequibles y que como el mantel “manda” tanto, puedes poner una vajilla blanca monda y lironda y te queda fantástico. Así ahorras en mantel y en vajilla.

Mesa Oscar de la Renta
Salvo en contadísimas ocasiones, si el mantel tiene un dibujo recargado la vajilla debe ser lisa y a la inversa (mantel liso para vajilla recargada). No puedes tener demasiadas cosas sucediendo al mismo tiempo, como si fueran las tres pistas de un circo, porque abruma…

Carolyne Roehm, mantel hecho con tela de Pierre Frey
El mono es un acérrimo defensor de las “letanías de las abuelas” que recita en cuanto tiene ocasión. Nada de velas al mediodía, sólo se encienden de noche; nada de flores que huelen demasiado, interfieren con el olor de la comida; nada de centros demasiado altos que te impiden ver al comensal de enfrente; munca la botella de vino encima de la mesa…. ¡Bah! ¡Tonterías!. Salvo lo de encender velas al mediodía (que queda ridículo) creo que puedes hacer lo que te de la gana e ignorar todas y cada una de las reglas anteriores. Yo una vez fui a cenar a un chateau belga donde (prometo que es cierto) nos servían la mesa unos tíos en calzón corto – como el uniforme de la guardia suiza – y tras tanto despliegue de medios, luego las servilletas eran de papel. Papel del bueno, pero papel. ¡A relajarse!.

“Un detective debe estar en constant tension” dice Torrente, en una de las entregas de la famosa saga. Una anfitriona, sin embargo, no es un detective: nada de “constant tension“. ¡No a las anfitrionas “Torrente” en constante tensión!
Nuestra gurú, Dorothy Draper, autora de “Decorating is fun” escribió otro libro de gran éxito: “Entertaining is fun” (recibir es divertido). Sinceramente: ¡Y un jamón!. Debería de serlo, pero no siempre lo es. Yo también he sufrido del síndrome “Anfitriona Torrente”, en constante tensión. En mi trastorno perfeccionistas obsesivo-compulsivo, desplegaba una actividad previa tan febril que para cuando llegaban los invitados estaba como si viniera de hacer un triatlón.
La anfitriona Torrente sufre de perfeccionismo hogareño. Que si planchar, lustrar, poner flores, revisar cuartos de baño, revisar mesa de bebidas, preparar la bandeja del café – con alguna taza de té, sus chocolates after dinner, el azucar, la sacarina – poner velas, controlar olores, comprar hielo. Asegurarse de que el pan esté tierno y calentito, que el agua esté fria, que el vino se haya aireado…¡Es como planificar la invasión de Irak!. Para cuando llega la hora H del día D la pobre anfitriona está como un niño con hiperglucemia. No ha echado la siesta, se ha pintado el ojo en el último minuto, ha “apatrullado” la casa 3 veces para comprobar que todo esté en orden, y ahora ¿pretender que se relaje? ¡Imposible!

No es así como hay que hacerlo…. Hay que hacer que el “entertaining” verdaderamente sea divertido. Un hobby relajante, no Publio Cornelio Escipión planeando su campaña africana. Recuerda que invitaste a gente a casa porque te apetecía… ¡es algo divertido!. Hay que aprender a bajar el nivel de autoexigencia, a hacerlo todo más fácil y, sobre todo, a cambiar de actitud…

Paolo Moschino
No estoy segura del todo de cómo se hace bien. Supongo que pasa por simplificar mucho, planificar bastante y adelantar todo el trabajo que puedas. Estoy convencida de que no hace falta hacer platos complicadísimos y sofisticados para invitar a cenar. Haz lo que se te dé bien de verdad. Si lo tuyo son los huevos fritos, pues ¡huevos fritos!. Nada de complicarse con platos raros que no has hecho nunca. Lo importante no es la complicación del guiso, mejor unos macarrones ricos que un pato a la naranja donde se te queda la dentadura… Que la comida esté buena, que sea suficiente y que lo frío esté bien frio y lo caliente esté caliente… Eso basta.
“El otro día fuí a una cena buffet” dice de repente Pantaleón “y todo estaba frio… menos el champagne.”

Vía Telva
Una vez un amigo mio me dijo que las mejores fiestas son aquellas en las que la anfitriona te recibe borracha. Me lo dijo con 20 años, así que supongo que se refería a las fiestas universitarias pero yo he hecho mía la máxima y procuro recibir siempre un poco piripi. No piripi del que se te quema el faisán y no te enteras, pero sí pelín alegre. Una copita de vino blanco basta. Lo bueno de eso, es que tienes la consciencia suficiente como para ocuparte de dar de comer a la gente, pero te importa todo un poco menos. Tú estás a pasarlo bien, y no a hacer de señorita Rottermeyer. Eso es importante

Comedor de Aerin Lauder, vía Elle Decor
El éxito de una cena no es tanto lo bonita que esté la mesa, o la casa, o lo buena que sea la comida que les des. El éxito de una cena es lo bien que se lo pasen tus invitados. Y se lo pasarán bien si haces todo lo posible para que estén relajados, para sacar lo mejor de cada uno, para que todos puedan lucirse en lo que hacen bien. Aunque les des un gazpacho Alvalle en un cuenco de Ikea. Aunque pongas la mesa en la cocina con un par de butacas del salón..
Para que los invitados lo pasen bien, la primera que ha de estar relajada es la anfitriona (parto de la base de que el anfitrión, como buen hombre, si se relaja más, se nos queda en coma…). Recibe a tus invitados con una sonrisa de oreja a oreja. Hazles sentir bienvenidos. Ten un salón bonito pero sobre todo, acogedor. Que sea un sitio donde apetezca sentarse a tomar una copa y charlar. No un salón-museo con almohadones tan perfectamente ahuecados que parece que hay que pedir permiso para sentarse. Recibir es eso, acoger.
Recuerda que invitaste a tu casa a gente que te caía bien porque te apetecía verles y cenar juntos. Era un buen plan, ¿no?. No es motivo de tortura. ¡Es algo divertido! Seamos menos perfeccionistas y más “fun”. Me lo digo a mi misma porque, aunque voy mejorando, todavía quedan restos de mi pasado Anfitriona Torrente. Y no. Como dice Dorothy, recibir es divertido.

Carolyne Roehm, carísimas flores de porcelana. Las tienes en París en la maison de la porcelaine. Por un ojo de la cara.
Así que saco mi mantel de algodón 100% y lo pongo sobre la mesa….
El mono sigue a lo suyo, sacando candelabros, centros y bibelots varios de un armario, cual poseso. Él no se relaja:
“Por la noche espectacularidad, daaaarling, por la noche….” me grita sopera de plata en mano “¡Visconti!!!!”
De Visconti hablaremos otro día.
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